Besamanos, vasallaje, sierva, pleitesía, reverencia…

Besamanos, vasallaje, sierva, pleitesía, reverencia…

Desde la cena previa de inauguración del Mobile World Congress estas cinco palabras nos persiguen. Están en las declaraciones de la alcaldesa Colau, en las del diputado Echenique y en las de unos y otros políticos. Han servido para justificar la ausencia de la Sra. Colau en el recibimiento al Rey en el acceso al Palau de la Música donde se celebró dicha cena. También son sobre las que más nos han preguntado estos días a los protocoleros. Suponemos que por relacionar acto oficial con protocolo y por la polémica suscitada. Y eso sería curiosidad o interés por la profesión y sus técnicas. Sin embargo, en la disculpa dada por la política catalana para no estar en la puerta a saludar al rey, lo que se esconde es un prejuicio. La relación entre protocolo, antigualla y monarquía. Interpretar apoyándose en «besamanos, vasallaje, sierva, pleitesía y reverencia» que uno puede ser descortés sólo indica ignorancia.  No queremos hacer un post reivindicativo y peleón. Queremos fijar conceptos. Y nos vamos ayudar de sus declaraciones para ello.

Recibir a un invitado

«Tenemos todo el respeto institucional hacia la jefatura del Estado, pero eso de rendir pleitesía a un Rey no va con nosotros. La alcaldesa de Barcelona se ha comportado como una ciudadana del siglo XXI que hace honor a sus responsabilidades institucionales. Es alcaldesa pero no es sierva». (Pablo Echenique)

A los invitados se les recibe siempre en la puerta. Lo hacemos en nuestra casa miles de veces y no se nos caen los anillos por ello. Y no preguntamos si el amigo que viene es coronel o pocero. Se le recibe en la puerta por cortesía y respeto. Somos seres educados que nos hemos dado unas normas de convivencia. Cuando el Rey acude a un evento se le recibe en la puerta:
-uno: porque es una persona a la que se ha invitado al acto
-dos: porque, además, es el jefe del Estado.

Por ese segundo «detalle» a su llegada primero le saludan las fuerzas vivas. Ordenadas. Es lo que llamamos los protocoleros, una línea de saludo, que, incluso y dependiendo del tipo de acto, pueden ser una, dos o incluso tres. La primera corresponde a las autoridades locales: reciben al Jefe del Estado en su territorio. Ordenados. Por el RD 2099/1983, de 4 de agosto, por el que se aprueba el Ordenamiento General de Precedencias en el Estado: presidente de la Comunidad Autónoma, presidente del Parlamento o Asamblea, Delegado del Gobierno y alcalde de la ciudad donde se celebra el acto. La segunda corresponde a los anfitriones: reciben en el local, recinto o salón en los que han organizado el acto al que han invitado al Rey. Ordenados. Por su organigrama o jerarquía interna.

En el hall del Palau de la Música

 En la escalera exterior el año pasado

Saludar a un invitado

«En un evento como este que habla de modernidad, de nuevas tecnologías, del futuro, que no tiene lugar en Barcelona por casualidad ya que es una de las ciudades más modernas del mundo, pues pensamos que suena raro hablar de un besamanos cuyo propio nombre refiere a siglos pasados». (Pablo Echenique)

Cuando llega el invitado, nuestro invitado, le damos un beso, le damos, la mano, le abrazamos…¡sea la que sea la forma, saludamos! Cuando el Rey acude a un evento se le saludo también:
-uno: porque también es un invitado
-dos: porque, además es el jefe del Estado.

Por este segundo «detalle» no le besaremos, ni le abrazaremos. Pero le daremos la mano. En ningún lado dice que haya que hacerle una reverencia, ni que haya que rendirle pleitesía en el saludo. Saludar a la entrada de un local no es un besamanos. Cuando el rey invita a su casa por el motivo que sea, cierto es que se sitúa de pie en el salón y saluda a sus invitados al entrar éstos en la sala. Y que ellos esperan en fila para hacerlo. Es la forma más sencilla de que salude a todos sus invitados al llegar. ¿No acabamos de decir que a los invitados, a todos, se les recibe y saluda a su llegada? Pues esta es la forma más sencilla de hacerlo cuando hay tantos invitados como los que acuden a un acto al Palacio Real. ¿Que queda la palabra? Si, queda. Suena solemne y le da boato y pompa…¡parece muy de protocolo, que es como antigüito y palaciego! Pero, de hecho, el propio significado que de la palabra recoge el Diccionario de la Real Academia («Ceremonia en la cual se acudía a besar la mano al rey y personas reales en señal de adhesión»), utiliza el verbo en pasado.

Compartir mesa con el invitado

Durante la cena, ha precisado la alcaldesa, no habló con el Rey ni con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, porque la mesa “era enorme”. En la mesa presidida por el Rey se sentaron hasta 18 comensales. (El País)

Si hemos invitado a nuestros amigos a cenar o a comer a nuestra casa, habremos puesto una mesa acorde con la importancia, interés, gusto o ganas que tengamos o hayamos puesto en la organización de la misma. Sentaremos a nuestros amigos a nuestro alrededor y seguro, seguro, que muchos dirán eso de «¡tu, a presidir!» porque consideraremos que ese invitado lo merece y queremos hacerlo notar. Y procuraremos charlar con él y atenderle para que se sienta a gusto. Cuando es el Rey a quien sentamos a nuestra mesa, le buscamos un buen sitio:
-uno: porque también es nuestro invitado
-dos: porque, además es el jefe del Estado.

Por este segundo «detalle» presidirá la mesa, sea ésta del tipo que sea y se le rodeará de anfitriones e invitados ordenados por el criterio de aplicación en cada caso. El acierto en la elección del tipo de la mesa es cosa del organizador del acto. Formas y herramientas tiene para dar con la que mejor se adecua al acto, pero, en ningún caso, una mala elección justifica la descortesía de no dirigirse a quien la preside.

Disfrutar con el invitado

«Es legítimo que haya quien esté a gusto rindiendo pleitesía a un rey, pero no es nuestro caso». «Nosotros somos ciudadanos del siglo XXI; tenemos todo el respeto a la jefatura del Estado pero esto de rendir pleitesía no va con nosotros». (Pablo Echenique).

Invitamos a nuestros amigos a casa para pasar un buen rato con ellos y estar a gusto en su compañía. Invitamos a autoridades, personalidades, expertos, o incluso «celebrities» a nuestros eventos institucionales o de empresa para que los realcen. Su presencia en los actos da a éstos un mayor peso. Y si de medios de comunicación hablamos, mayor cobertura. Compartir un rato con estos invitados, hacerse las fotos y disfrutar del minuto de gloria de su compañía es además, parte de la promoción del evento. Cuando es el Rey de cuya compañía disfrutamos, lo hacemos:
-uno: porque es un invitado que hemos deseado que nos acompañe
-dos: porque, además es el jefe del Estado.

Por este segundo «detalle» agradeceremos su tiempo y procuraremos desde el debido respeto a cualquier invitado sea del rango que sea, reír, charlar, disfrutar y compartir el rato de forma amena. Todos somos ciudadanos del siglo XXI, aunque algunos hayan nacido en el XX, y vivimos en una democracia y nos sabemos las reglas de la urbanidad y los buenos modales, la cortesía y la educación mínimas para la convivencia. No se nos debe olvidar que estos ciudadanos del siglo XXI convivimos en un sistema político que nos hemos dado en la Constitución que se llama monarquía parlamentaria.

La lengua no tiene la culpa

«Una cosa es el respeto institucional y otra cosa es la pleitesía después de lo que pasó con el 1 de octubre» (Ada Colau)
«Coincidiré cordialmente con él pero no participaré en el besamanos que es un acto de pleitesía y vasallaje impropio de una democracia del siglo XXI”. (Ada Colau)

Tan cerca como estamos del Día de la Mujer y de la polémica de la «portavoza» seguro que habremos oído y leído que la lengua no es sexista. Lo que es sexista es el uso que se hace de ella. La lengua tampoco tiene color político. Ayuda a expresar ideas políticas. Si tomamos nuestras palabras protagonistas y las buscamos en el diccionario de la RAE:

Pleitesía: rendimiento, muestra reverente de cortesía
Vasallaje: vínculo de dependencia y fidelidad que una persona tenía respecto de otra, contraído mediante ceremonias especiales, como besar la mano el vasallo al que iba a ser su señor.
Siervo:
1. esclavo de un señor;
2. en el feudalismo, persona sometida a un señor feudal y obligada a trabajar para él, pero que conservaba ciertas libertades;
3. persona completamente sometida a alguien o algo o entregado a su servicio.
Reverencia: inclinación del cuerpo en señal de respeto o veneración.

y el ya mencionado significado de besamanos, nos costará bastante imaginar con este «guión», el recibimiento y saludo a nuestro invitado en la puerta de acceso de nuestra casa. Si, además, es el del recibimiento al rey en la puerta del Palau de la Música, es difícil encajar en el papel de «esclavo de un señor, rindiendo muestra reverente de cortesía en ceremonia especial, como besar la mano a su señor inclinando el cuerpo en señal de respeto o veneración» tanto a la Sra. Colau como al Sr. Torrent.

(Además de estas cinco palabras de hoy, hay otras relacionadas con ellas y que se suelen relacionar con protocolo. Para no confundir churras con merinas, recomendamos vivamente la lectura de la sección «Palabras, Palabras» del Blog «Protocolo con Corsé» de María Gómez Requejo (@MariaPSC). Para aclararse en los banquete o con las mesas; para no perderse entre siervas, sirvientes y criados y sobre todo, para aprender la tan espectacular reverencia).

¡Un saludo!

(Fotos:  EFE/Quique García; El Mundo; laSexta.com; el Pais.com; casareal.es)