Centros de mesa: entre la moda y la lógica

Centros de mesa: entre la moda y la lógica

Centros de mesa: entre la moda y la lógica

Poner una mesa y no decorarla parece una herejía. No nos conformamos sólo con aquello que necesitamos para comer, que es básicamente a lo que vamos. A lo largo de las diferentes épocas y con el paso de los siglos, la mesa ha sido espejo de costumbres, pero además, escaparate del nivel económico de los que a ella se sentaban. Si importante era contar con buena vianda, mucho más lo era como medio para mostrar el poderío con el que se contaba. Los materiales nobles, cristalería, vajillas, manteles, muebles….¡cualquier objeto que se colocaba sobre el tablero servía -¡y sirve!- para llamar la atención! Evidentemente, el servicio era fundamental: no se concebía un banquete sin sirvientes, aunque para muchos, sus criados más que personas, fueran también parte de ese ajuar que les permitía escenificar el poder.
Sin llegar a los excesos de Versailles…

ni a la austeridad de Don Quijote…

“- Cualquier cosa yantaría yo –respondió don Quijote-, porque, a lo que entiendo, me haría mucho al caso.
– A dicha, acertó a ser viernes aquel día, y no había en toda la venta sino unas raciones de pescado que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucía bacalao, y en otras partes curadillo y en otras truchuela.”*

…montar la mesa con el menaje que necesitemos según el menú previsto, no quita para que además le demos un toque personal. O un toque que se ajuste al acto que celebramos sentados a la mesa, o al motivo que nos reúne en torno a ella.

Decorar la mesa: nociones básicas

En estricta puridad, en la mesa se pone sólo aquello que vayamos a utilizar. No es lugar para exponer la cubertería mega maravillosa heredada de la abuela, que incluso tiene pinzas para caracoles, si lo que vamos a servir es un solomillo de cerdo. Bien está que la utilicemos, como lo hacemos con la cristalería de las mil copas o la vajilla de boda: pero sólo se ponen aquellas piezas que sean necesarias. Los detalles decorativos son otra historia.

Lo más clásico son los centros de flores, pero no son menos habituales las velas (¡ojo! candelabros y velas, sólo en las cenas), los objetos de cerámica, cristal o plata. En la sabia mezcla de estos elementos, que no por sencillos son menos efectivos, está el acierto. Preparar piezas de cerámica o cristal con flores es una opción tan válida, como intercalar -en una mesa de ciertas dimensiones- objetos de plata con candelabros o centros con velas.

    

Sólo hay que tener en cuenta un par de detalles:

-si las flores son frescas no deben oler: su aroma interfiere y enmascara el de la comida

-si montamos un centro sobre alguna pieza especial -cerámica, cristal, barro- debe tener poca altura: si no, no veremos las caras de quienes tenemos enfrente;

¡Aunque la moda manda y a veces cuesta mucho -especialmente cuando se trata de banquetes de boda- convencer de este detalle ante la espectacularidad de algunas barreras florales. Bien es cierto, sin embargo, que de tanto insistir se ha ido entendiendo el asunto -¡por otro lado, de pura lógica!- y, como ideas no faltan, se ha optado por elevar los centros grandes;

             

  • las flores artificiales no son una buena opción: en todo caso -por ejemplo, si hay mucho alérgico suelto-  se pueden utilizar flores secas, frutos secos o planta pequeña. Hoy en día, las floristerías preparan ya verdaderas maravillas;

 

  • si en vez de flores, preferimos poner fruta fresca, nunca lo haremos directamente sobre el mantel: mejor en recipientes, platos o piezas. O sobre hoja verde de base.

    

La mesa como soporte de mensajes

Una vez tengamos claro que la mesa es el sitio donde vamos a comer una determinada comida, especialmente pensada para un determinado momento del día y un determinado acto, podemos darle un par de vueltas más y ajustarla a otras necesidades. Las que requiera el acto. Siempre son un buen soporte para plasmar en ellas el motivo que nos reúne  a su alrededor. ¿Quién no entiende que si en el centro de la mesa hemos puesto unas figuritas de dos novios lo que se celebra es una boda?

En este capítulo lo más complejo es el equilibrio. Las modas mandan. Y la actual, tras una época muy minimalista y zen, es el exceso: del barroco al rococó. Hasta tal punto, que en algunos casos cuesta saber qué pieza hay que utilizar o qué plato es el propio, para no acabar metiendo el tenedor en el centro decorativo…¡algunas plantas parecen repollos!

En principio parece lo más sencillo. Se decora la mesa, su centro y en general, utensilios, servilletas o lo que sea que vamos a necesitar ajustándolo al motivo de la cena o del almuerzo. Que es para forofos de Harry Potter, Alicia en el País de las Maravillas, …

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… que se trata de una entrega de premios de cine o literarios…..¡sencillo!

Sólo una recomendación al respecto. Dado que aunque sean de flores de papel, mucha veces desaparecen los centros al acabar el ágape, cuidado con las piezas, recipientes u objetos que se utilicen. ¡No os vaya a pasar como a los del Premio Planeta de este año! Los libros que sirvieron como base de los centros florales eran de verdad, ¡y buenos! Libros antiguos que desaparecieron de las mesas en cuanto los listillos -que siempre hay- se dieron cuenta del detalle.

 

(*Capítulo II de la Primera Parte del Quijote)

(Fotos: fotograma de la película «María Antonieta» de Sofía Coppola; centros de flores en alto; centro de flores alargado; barrera de flores, centro alargado con velas, centro pequeño de velas y flores; flor y frutos secos; centro de verduras; centro de fruta fresca)