«Código de protocolo»

Decimos, cuando hablamos de las virtudes del protocolo, que es la perfecta herramienta para la convivencia pero hay muchos seguidores que nos dicen que no entienden lo de la «convivencia».

Si en vez de utilizar la palabra «norma» -de etiqueta o de protocolo- utilizamos «código» como el de la circulación, que es un ejemplo que utilizamos bastantes, es sencillo explicar que si no hay señales en las carreteras que indiquen dirección, obligatoriedad, prohibición o aviso de algún tipo, salir a la calle con el coche sería mucho más peligroso de lo que es hoy: nos daríamos de frente con otro coche a la primera de cambio. Con estos códigos de señales advertimos de por donde hay que ir y qué debemos cumplir para «convivir» con otros conductores. ¿Fácil, no?

El «código de protocolo» y el «código de etiqueta» nos ayudan a ordenar espacios, personas y acciones para que las personas que acuden a los actos sepan donde están, cómo moverse, qué hacer, cuando intervenir, qué vestir, cómo saludar… en definitiva, como convivir con los demás.

Imaginemos que, por ejemplo, los países miembros de la UE no se hubieran dotado de unos códigos de convivencia y que al acudir a una reunión entrasen en la sala al grito de «¡tonto el último!» u «¡hoy presido yo, porque me da la gana!» Sería el caos. El mismo caos que si todos saquésemos el coche a la calle y echásemos a andar sin mirar ni a un lado ni al otro.

Esta reflexión merece una foto que ayude a posar comparaciones: no es reciente, pero es muy gráfica. Cinco monarquías de la península arábiga se reúnen en una conferencia de cooperación en Doha. Este es el resultado de un espacio perfectamente estructurado, ordenado y con una magnífica puesta en escena. Lo que hablasen sería lo que fuera: lo que transmiten es bastante y, en el fondo, sólo la aplicación de la herramienta «código protocolo».

Doha