El conejito de Pascua

Esta semana pasada nos hemos preguntado algunos protocoleros en alguno de nuestros chats por el origen de la tradición de los huevos de Pascua. Salvo que todos coincidían en señalar que los huevos o son de chocolate o se pintan a mano y los buscan los niños por el jardín…¡poco más!

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Nosotros podemos aportar nuestra propia experiencia en el asunto: por el tipo de educación recibida, esta es una tradición que hemos vivido en propias carnes. Sumando lo que unos y otros recordamos, hemos leído o nos han contado, han salido estas líneas que dedicamos a nuestros amigos de «Protocolo Eclesiástico«.

La realidad es que no está nada claro el origen de la tradición. Básicamente todas las teorías parten de la celebración, al inicio de la primavera, de la vida que renace: tras el frío del invierno, los campos nevados y yermos, los primeros rayos de sol traen la fructificación de las semillas y el campo verdea. El conejo, por su gran capacidad para reproducirse, por su fertilidad es el símbolo perfecto de esta renovación anual.

Los pueblos germanos celebraban este inicio de ciclo vital haciendo ofrendas a la Diosa Ostara o Eostre, diosa de la primavera, a quien unían el conejo como símbolo de la fertilidad que representaba. De su nombre derivarían tanto Eastern como Ostern, las palabras alemanas e inglesas que significan Pascua. Los cristianos antiguos habrían aprovechado estas festividades para «colar» su Pascua y poder celebrarla sin problemas a la vez que los «bárbaros» celebraban sus fiestas. En el año 325 D.C. se estableció la coincidencia de las dos fiestas y  la iglesia católica adoptó al conejo dentro de su iconografía para representar la Resurección de Cristo. Aunque al principio, fueron los huevos el objeto simbólico: representaban la fertilidad y la creación de vida. Tenían propiedades mágicas y milagrosas y por ello, no podían ser de una gallina normal, sino especiales. Por ello se pintaban de colores y se decoraban.

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Tal era la creencia, que en el año 751 el Papa Zacarías prohibió el consumo de carne de conejo porque el pueblo llano inventaba todo tipo de historias muy poco del gusto de la iglesia alrededor del conejo y sus mágicas propiedades: en la noche de Pascua se les veía bailar en los bosques y campos, ponían los huevos de colores y desaparecían. Ese el origen del mito. El resto lo ha puesto la imaginación del hombre. La tradición oral ha hecho el resto.

Lo curioso es que estos huevos los traían distintos animales a los diferentes territorios centroeuropeos: en el Tirol los traían las Gallinas de Pascua, en Schleswig-Holstein, Westfalia, Baja Sajonia y Baviera, era el zorro y también, el Gallo de Pascua; en Suiza, los escondía el cuco y en Turingia, incluso, la cigüeña. En los Vosgos, contaban que las campanas volaban a Roma el Jueves Santo a recoger los huevos y los traían el Sábado de Gloria: los dejaban caer en los campos y los jardines para que los niños los buscasen. Según el rito romano, las campanas, en señal de luto, no deben repicar desde ese jueves y hasta el Domingo de Resurrección.

A finales del Siglo XVII un profesor de medicina alemán menciona por primera vez al Conejo de Pascua en una disertación en la universidad de Heidelberg en la sátira  De Ovis Paschalibus» (Sobre los Huevos de Pascua) sobre su discusión con uno de sus alumnos,  Johannes Richier. En la obra se menciona «la costumbre existente en los territorios alemanes de Westfalia, Palatinado y Alsacia y los adyacentes, de buscar por el jardín los huevos que ha puesto el Conejo de Pascua para divertimento de grandes y pequeños» y la tacha de «fábula para niños y gentes simples/sencillas». Se burla, si. Pero reconoce la existencia de la fiesta y la celebración: conejo y huevos ya estaban allí.

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A nuestros días ha llegado la versión más dulce de la historia: de los huevos originales ya no queda más que la cáscara y no en todas partes. En los países centroeuropeos, se guardan durante semanas: con ayuda de un alfiler se hace un agujerito en la parte de arriba y en la de abajo del huevo, se sopla y sale el contenido. Se limpian bien con agua -los niños se llenan la boca con ella y la soplan dentro de la cáscara, baten un poco y la expulsan soplando de nuevo- y se guardan. La familia reunida pinta y decora esas cáscaras  y con ellas se decoran ramas de Forsiythia, un arbusto que florece en primavera: le brotan las flores antes que las hojas verdes, que se colocan por las casas en jarrones y decoraciones típicas de la fecha.

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El día grande es la mañana de Pascua: el desayuno es la gran celebración. Las mesas se decoran con motivos alusivos y hay pastel y dulces típicos, además de huevos y conejitos de chocolate, que los niños han buscado antes en el jardín.

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Aunque se esconden sin más, la tradición manda que se metan en unos cestillos, con hierba para que estén mullidos y no se rompan. No deja de ser puro simbolismo a pesar de que, como en casi todas las celebraciones, cada día prime más lo comercial que la propia celebración y su significado.

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Se ha perdido también la costumbre de felicitarse las Pascuas, que como la de las tarjetas de Navidad, ha sucumbido a las prisas, los ordenadores, el teléfono o internet. Es una pena, ¡porque las postales alusivas eran preciosas!

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De todas las verisones que hemos escuchado, a nosotros nos ha gustado especialmente la siguiente: ¡al menos nos aclara porque el conejo pone huevos!

«Había una vez un rey que tenía un mago muy poderoso en la corte. El mago le regaló una gallina que ponía hermosos huevos de colores, ideales para regalar. Pero como el rey era muy ambicioso, le pidió a su mago que hiciera que la gallina pusiera huevos de oro. Se hizo muy rico, y era la envidia de otros reyes- Como temía que le robaran su gallina cuando tenía visitas, escondía su gallina mágica y la sustituida por una común que se quedaba en la jaula.
Un buen día, mandó traer de nuevo a la gallina en la jaula para pedir que pusiera un huevo de oro, pero en la jaula sólo vio un conejo blanco. Enojado, llevó el conejo al bosque y lo abandonó, y mandó llamar al mago y le preguntó qué le había pasado a la gallina y por qué no la había puesto en la jaula, como hacía siempre. El mago le contestó: “la puse como siempre, pero me olvidé de convertirla de nuevo de conejo a gallina- Nunca volvieron a encontrar el conejo blanco, pero a partir de ese momento, los niños encontraron huevos de colores escondidos por el reino. Y de vez en cuando, alguno con suerte encuentra uno de oro».

(Fotos:
http://www.feelgreen.de/
http://www.kostenloseproben.de/
http://www.kita-rastpfuhl.de/
http://osthessen-news.de/
http://www.osterhase.org/
Grabado diosa: By Eduard Ade – Felix Dahn, Therese Dahn, Therese (von Droste-Hülshoff) Dahn, Frau, Therese von Droste-Hülshoff Dahn (1901). Walhall: Germanische Götter- und Heldensagen. Für Alt und Jung am deutschen Herd. Breitkopf und Härtel., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4643479)