El protocolo es de cursis

Esta es otra de mis sentencias favoritas. Los de protocolo somos, a efectos prácticos, unos cursis: a la mesa, porque enseguida protestamos si el cubierto está mal puesto; en las bodas, cuando alguna va de blanco o de negro; en las comidas porque pretendemos sentar a los comensales; a cualquier hora del día porque andamos con remilgos; en el restaurante porque la copa de vino es mayor que la del agua….¡en fin!,  que nuestra cursilería no tiene fin, nos impide ser «normales» y nos da ese aire de ir medio palmo por encima del suelo porque, se supone, que somos los que dominamos el arte de convivir.
Claro, que si limitan «protocolo» a «educación» social, y no se molestan en mirar más allá…¡cualquier cursilería es posible!
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Famoso repollo con lazos: expresión muy castellana para definir el grado de cursilería