Esta boda es un negocio
Aunque ya estamos muy metidos en julio y el calor es insoportable hay algunos novios que deciden darse el sí en plena canícula…¡unos valientes! Ya sabéis que no somos “muydebodas” pero estos últimos dos fines de semana hemos estado en varias y como lo que no podemos quitarnos de encima es la profesión, pues ponemos el ojo hasta donde no debemos. Deberíamos portarnos mejor pero no podemos evitar evaluar lo que vivimos, verle las posibilidades a lo que hay, analizar, calcular, medir, tomar ideas….
Escribía el otro día nuestra amiga Mayra Álvarez sobre los recuerdos de boda: ese detalle que los novios regalan a sus invitados para que no se olviden de su gran día. Desde las peladillas que relata Mayra que era tradición regalar antaño, a lo que hoy se entrega en las bodas, hay un mundo: un mundo y un tipo de vida y de sociedad en la que el sentido, origen o raíces de las cosas, objetos o personas no tiene valor frente al consumo, a lo comercial, a lo que se lleva. Las bodas han pasado a ser un negocio. No hay vuelta atrás: no hay manera de explicarle a una novia lo contrario. Quiere lo mismo o más que las demás.
Pero, ¿quienes somos nosotros para criticar nada? En una de las bodas nos entregaron un abanico -indudablemente, un acierto- que nos vino muy bien para aguantar los 37º al sol que soportamos estoicamente mientras una maestra de ceremonias simulaba una ceremonia. Para los churretes de maquillaje, los goterones de sudor -había un caballero algo calvo en la fila de delante que tenía que estar pasándolo fatal-, los tacones clavados en el césped o las sillas de tijera -cubiertas de funda y lazo- bailando en la irregularidad del terreno- no nos dieron nada. ¡Una pena! Aunque luego nos resarcieron con una botellita muy mona de licor: en una, era de café; en otra, de cacao.
El regalo artesanal está en alza: el que la novia se moleste en hacer 250 pulseritas es todo un detalle. Aunque si lo que se ofrecen son pulseras por una buena causa, tampoco es para quejarse.
El asunto “aseo” también tiene su cupo: ya se ha pasado lo del espejito, la colonia o el peine que se dobla, pero están bien vistos los bálsamos labiales -mejor ecológicos- o las limas de uñas…
Ya no se entregan alpargatas, ni bailarinas para que las mujeres bailen a gusto tras la cena o el almuerzo. Ya han aprendido a llevarse las suyas de casa, porque tras una horita de taconazo -no todas están acostumbradas- y haber quedado bien en las primeras fotos, la cosa empieza a decaer y para pasarse por el inevitable photocall con gafas gigantescas, nariz de payaso o casco de bombero, lo de menos es el zapato que se lleva. No sale en la foto. Pero los hay previsores y ante la duda, unos regalan zapatillas y otros topes para no hundir el tacón en el césped….
¿Qué son recuerdos pensados para mujeres? Es posible, pero ya no se pueden regalar puros o cigarrillos que era lo habitual. Nos hemos pasado a la galleta personalizada -en una boda el novio era policía- o al bolígrafo:
Siempre quedan los clásicos, suele ser valor seguro, y entre ellos, la vela o el alfiler de novia. Eso sí, todo algo más sofisticado que antes:
¡En fin! Ya nada es como antes…¡ni las servilletas del cóctel!
¡Os prometemos que todo esto que hemos fotografiado es de las tres bodas a las que hemos asistido! En una de ellas, además, el “asunto recuerdo” estaba pautado: entre plato y plato pasaba una señorita o un par de niñas con una bandeja para que eligiésemos qué llevar. Y al final, antes del baile…
¡bolsita para llevar lo acumulado! Labios rojos para las chicas, bigote para los chicos… y con mensaje incluido…
Nos preguntamos si es necesario todo esto. Evidentemente, ni aunque sólo fuera uno, son garantía de felicidad matrimonial, pero dan una idea de en qué hemos convertido una ceremonia -por cierto, que conlleva un cambio de estado civil, que ése sí es para toda la vida- de compromiso entre dos personas…¿en un negocio?, ¿en una feria de muestras?