La distancia, nuevo paradigma protocolario

La distancia, nuevo paradigma protocolario

A los profesionales de esta cosa se les suele identificar con el orden protocolario. Es frecuente oír decir que somos «acomodadores» de lujo. No sabemos, si porque se presupone que cobramos mucho o, si es más una cuestión de etiqueta. No deja de ser cierto que somos expertos ordenadores de espacios. Sobre todo de escenarios de actos: cuanto mejor los colocamos, mejor se ve la función que en ellos se desarrolla. Es algo que decimos muchas veces y que es el germen de la profesión: mostrar el poder. Pero el coronavirus todo lo está cambiando. En este sector y en otros muchos, por no decir en todos. En cuanto al del organizador de actos, el orden -sin dejar de perder ni un ápice de importancia- va a pasar, y es una opinión personal, a una segunda posición en el ranking de prioridades. Por delante se va a poner la distancia. Distancia ordenada. Si. Pero, distancia. Es el nuevo paradigma*.

Para exponer la teoría me voy a basar en una importante celebración internacional que tenemos muy a mano. El 8 de mayo se conmemoró el Día de la Victoria en Europa -o Día de la Victoria en Rusia que, sin embargo, es el 9 de mayo-. Marca el final de la II Guerra Mundial. Este año se cumple el 75 aniversario de aquella jornada.

Celebrando en la distancia

Repasemos los actos que organizaron los países que tenemos a nuestro alrededor. En Gran Bretaña, minuto de silencio en el que participó todo el que quiso, desde su casa. El Primer Ministro Boris Johnson, en su despacho de Downing Str.

El príncipe Carlos desde Birkhall en Escocia, donde está confinado, hizo una ofrenda floral  y guardó un minuto de silencio.  La reina Isabel II se dirigió a la nación en un discurso televisado desde el castillo de Windsor: a las 9 de la noche, hora en la que su padre, el rey Jorge V, se dirigió a los británicos hace 75 años.

En la televisión se volvieron a emitir los discursos de Winston Churchill, el discurso de la Victoria del rey Jorge V e imágenes de la reina como voluntaria del Servicio Territorial Auxiliar. En el Albert Hall la soprano Katherine Jenkins dio un concierto especial por el día que se conmemoraba que retransmitió. Ante un auditorio vacío. Por supuesto, no faltó el escuadrón de los Red Arrows:  marcó el cielo londinense con la estela azul, roja y blanca de la Union Jack.

En Francia, el presidente Enmanuel Macron hizo una ofrenda floral bajo el Arco de Triunfo de París siguiendo el mismo esquema protocolario de otros años, pero acompañado sólo de cinco invitados: los presidentes del Senado y la Asamblea, Gérard Larcher y Richard Ferrand, la alcaldesa de Paris, Anne Hidalgo, y los ex presidentes Nicolas Sarkozy y François Hollande. Por parte del gobierno, el primer ministro, Edouard Philippe; la ministra de los Ejércitos, Florence Parly, y la secretaria de Estado Geneviève Darrieussecq. Por el camino hacia el arco, paró antes en el monumento a De Gaulle donde depositó una corona de flores.

  

 

No hubo gente en las aceras de los Campos Elíseos, ni revista a la tropa, ni tribuna de prensa: sólo un coro militar de cuatro miembros que entonaron La Marsellesa y una firma en el Libro de Oro.

En Alemania se cancelaron los actos previstos en la Puerta de Brandeburgo. Se limitaron a una ofrenda floral en la Neue Wache, monumento en memoria de las víctimas de la guerra y la tiranía. Presentes estaban sólo los cinco altos representantes del Estado: el presidente Frank-Walter Steinmeier, la canciller Angela Merkel, los presidentes de las dos cámaras, Wolfgang Schäuble y Dietmar Woidke, y el presidente del Tribunal Constitucional, Andreas Vosskuhle.

En Rusia no hubo desfile militar. El presidente Vladímir Putin se dirigió a los veteranos desde los Jardines de Alejandro, frente a las murallas del Kremlin y depositó un ramo de flores frente a la llama de la Tumba del soldado desconocido. También él guardó un minuto de silencio.

  

En Estado Unidos, el presidente Donald Trump, puso una corona de flores ante el monumento a la II Guerra Mundial en Washington.

Del orden protocolario a la distancia protocolaria

Es indudable que todos los países homenajearon a sus compatriotas con solemnidad. La celebración no se cayó del calendario y la pandemia no fue óbice para que se organizaran toda una variedad de actos. Pero en todos ellos se nota el vacío. No hay apenas invitados, no hay gente en la calle, no hay actividades ni expresiones masivas.

Todos comparten una característica que se aprecia a simple vista: la distancia entre unos y otros. La distancia ordenada. El objetivo se cumple: es una conmemoración en toda regla organizada en lugares emblemáticos, con los símbolos nacionales -himnos, banderas- bien visibles en su papel protagonista y con las primeras autoridades de los diferentes estados ocupando los principales lugares. Pero separados. Separados por una distancia que cobra protagonismo frente al orden. No vamos a dudar de que los representantes nacionales estén bien ordenados…¡para los pocos que hay difícil es equivocarse! Pero no podemos obviar que entre unos y otros, ahora hay, además, una distancia obligatoria.

A la que nos obliga el coronavirus,  la que nos protege del contagios…¡la que vamos a tener en cuenta a partir de ahora! Nos obligará a replantearnos el diseño de los actos, nos obligará a contar con menos invitados, nos obligará a afinar los mensajes y objetivos porque tanto hueco los va a hacer mucho más visuales. Tendremos que redefinir el sentido de los términos, porque tendremos que ordenar espacios en los que la distancia marca la diferencia. Actos seguirá habiendo: institucionales o no. Tiene que seguir habiéndolos porque estado sigue habiendo, porque ocasiones y motivos hay. Sólo se trata de adaptarnos a este nuevo compañero de viaje: a este nuevo paradigma protocolario. Ese es el reto.

 

María de la Serna

 

(Fotos: Boris Johnson; Carlos de Inglaterra; Isabel II; monumento a Charles de Gaulle y Arco del Triunfo; ofrenda floral en la Neue Wache; Putin flores; Putin discurso (Sputnik/Alexei Druzhinin/Kremlin via REUTERS ); Trump;

*paradigma