La educación social
La educación social
Es muy frecuente que se confunda protocolo con educación social. Posiblemente, porque la educación social les parezca a muchos que no es lo normal y se considere tan “viejuna” como al propio protocolo. ¡Que no goza precisamente de fama de moderno! Pero eso es algo que hoy no vamos a comentar…¡cada cosa a su tiempo y guerra al respecto, ya damos bastante!
Hoy nos vamos a meter en otros fregados: en la educación social. Una de nuestras colaboradoras nos ha hecho un estupendo regalo en forma de libros. Cuatro joyas que parecen sacadas del siglo cero pero que como ella mismo nos explica, “son mis libros de clase. De la asignatura de FEN* de los años 1967 cuando cursé primero de bachillerato, a 1971, año en que cursé sexto e hice la reválida. Uno de ellos lo utilizamos dos cursos. ¡Y que conste que mi colegio no era de monjas y además era mixto! Aunque los chicos tuviesen sus propios libros de texto. Esta asignatura la dábamos por separado. Como la de “labores” que en su caso era de “trabajos manuales”. Nosotros, con estas cosas nos emocionamos bastante. Por el detalle, que es muy de apreciar y por lo que significan para nuestro ser protocolero. Son testigo de épocas anteriores. De esas que se olvidan. Y que, al menos, tiene dos aspectos en los que nos gustaría incidir: la educación social como tal y ¿qué educación social era aquella? Por eso le vamos a dedicar el post de hoy. La educación social lo merece. (Al protocolo ya le dedicamos muchas entradas).
La educación social
Si educar es formar intelectual y moralmente a una persona para convivir en sociedad, es evidente que además de historia, matemáticas o informática, hay otras “asignaturas” que hay que enseñar a esas personas. Incluidos los niños. Que personas son… Por tanto, y teniéndolo en cuenta, dar forma lo que enseñemos a esas personas bajitas será lo que determine su manera de ser y de pensar. Si les enseñamos a dar patadas en vez de a dar la mano, ¡lo harán! Y eso es más o menos por donde andamos. Se educaba en casa: los padres -y los abuelos- enseñaban las normas o reglas de convivencia siempre y a todas horas. En la mesa: no pongas los codos, no te cuelgues la servilleta, la cuchara se lleva a la boca y no al revés, límpiate la boca antes de beber, no hables con ella llena…. En las relaciones: saluda, da un beso, sonríe, no hables mal, no digas tacos, no chilles…. A la hora de vestirse: con botas “katiuskas” no vas a la playa, con vaqueros no vas de boda, ponte el abrigo que hace frío, no te chupes los guantes, las gafas s quitan para saludar…. En el colegio: estate atento en clase, no copies, no le grites al profesor, no pegues a tus compañeros…¡además del consabido no rompas un cristal con el balón o no bajes al patio como si fueses parte de una manada de elefantes! Era un no parar hasta que todos se comportaban como era de esperar. Gotita a gotita, se aprendía que para convivir había que cumplir un mínimo para no molestar. Para respetar. Es tan sencillo como que hay leyes o como que hay normas de circulación. Ordenamos el espacio común donde nos movemos todos para no chocar. No nos vamos a meter en las familias de hoy. Ni en los planes de estudios. ¡Cada uno que saque sus conclusiones!
¿Qué educación social era aquella?
Volvamos a lo de formar. Vuelve a ser obvio que el sesgo, matiz u opinión que le des a la formación tiene mucho peso. Lo que se enseñe a un niño pequeño será lo que utilice para su posterior desarrollo moral. Por eso los políticos no se ponen de acuerdo en los planes de educación. Se puede, por ejemplo, formar en el temor a Dios o en el temor al código penal. O en ambos a la vez.
Los libros de nuestra amiga formaban mujeres. Mujeres que había que dirigir, -despaaaaacito, suavemente- hacia el hogar que era el lugar reservado para ellas en la sociedad. Por ello en el plan de estudios de la asignatura de FEN durante todo el bachillerato hay una línea clara de desarrollo. Se enseña la relación social como base de la convivencia para ir añadiendo lo que de esa niña “educada” se espera para el futuro: unas niñas que deben ser dóciles y sumisas, “buenas”.
En primero de bachillerato lo fundamental para formar a la niña buena es la relación con el entorno inmediato: las personas mayores, su ciudad, su familia, la parroquia, las mascotas, el colegio…
En segundo de bachillerato se amplia el foco y se centra la atención en el círculo inmediato a ese primero del entorno más cercano. Se explica a la niña el modelo de país en el que vive. Y se profundiza en la relación con esas otras personas e instituciones que se mueven en ese círculo.
Es educación social: forma en la convivencia. Educa en las relaciones. Y esto es universal: el respeto y la convivencia no tienen -o no deberían tener- color político. Hay, sin embargo un matiz que se desliza en conceptos aparentemente neutros: los adjetivos. No se deja de educar para la convivencia en sociedad, pero se hace para un modelo determinado de sociedad donde el papel de la futura mujer tiene un único escenario: el de servicio a la sociedad. A su familia en su casa, a los enfermos en los hospitales, a los niños en los colegios, al jefe en la empresa .Y donde la jerarquía es la base del respeto.
En tercero de bachillerato se supone que ya hemos educado a la niña. Tiene buenas maneras, sabe comportarse en sociedad -en el círculo inmediato y en el siguiente que marcará el límite de su mundo-: es una niña educada. Y sabe que el servicio a los demás es la base: convivencia generosa. Así pues, en este tercer año a la niña se le enseña una materia diferente. Va a aprender cómo se estructura su país: provincias, regiones, la iglesia, los valores naturales, la artesanía y el folklore tienen el protagonismo. Es el mundo en el que se va a mover. Y así se advierte desde el primer momento:
En cuarto y quinto de bachillerato nuestra niña ya no es tan niña. Si lo empezamos a los 10 años, estamos hablando de muchachitas de 14 o 15 años. Son adolescentes y es una edad en la que el pavo hace estragos. Así que hay que esmerarse para no perder lo aprendido -por eso es importante que se fijen bien los conceptos en los primeros años de bachillerato- e incidir en los aspectos morales. La mujer en la que se está convirtiendo tiene que tener claro que hay un único modelo posible y aceptable en la sociedad en la que se mueve, basado en esas primeras normas aprendidas, si se quiere alcanzar la meta. Meta que está más que clara desde el momento uno:
Y si la meta es esta, hay que profundizar en las normas. “Buenas”, ya son. Ahora vamos a hacerlas “virtuosas”: para entrar en el paraíso del hogar hay que casarse y para eso es necesario tener marido. Y no a cualquier precio. Por la vía de la decencia, que “pelandruscas” no hay en el Paraíso:
Nuestra adolescente se puede divertir, claro que sí. Hay que conocer candidatos. Pero sin perder “ellas, la compostura”.
¿Bailar? También, por supuesto. Pero sin pasarse de la raya, que estamos en una edad encantadora….
¿Ir a la playa? ¡Cómo no! Si la vida saludable así lo demanda, pero chicas….¡controlad los apetitos puramente salvajes!
Las lecciones sobre la ropa de casa, la plancha, la medicina casera, los objetos de adorno de la casa o la confección de ramos de flores entre otros lo vamos a dejar para otra ocasión. Ya no estaríamos hablando de educación social. Y sería meternos en el charco que no nos corresponde. Ni juzgamos, ni opinamos -salvo cuando el post específicamente así se confecciona- pero sí constatamos que la educación social es básica. Que debe enseñarse desde niños para una convivencia de respeto. Y que tenemos claro que ¡algo falla hoy! Claro que si de nuestros políticos depende….
¿A vosotros….qué os parece?
*para los que no tienen edad suficiente: FEN son las siglas de Educación del Espíritu Nacional; el primero de bachillerato, tras ingreso, se hacía a los 10 años. Eran cuatro cursos hasta la reválida de cuarto y dos posteriores, con la reválida de sexto para obtener el título de bachiller superior y el curso de preparación universitaria -PREU y posteriormente COU- si se iba a estudiar en la universidad.
(Todas las fotos son de los cuatro libros)