La repercusión de un acto

La repercusión de un acto

Hoy nos vamos a perder en una reflexión.

En los tiempos que corren, un acto, por bueno y bien organizado que esté, si no sale en los medios, no existe. No es que esto sea algo nuevo: los actos siempre se han organizarlos para ser vistos, para dar a conocer al público desde una visita a una inauguración, pasando por una firma de convenio a una toma de posesión. Y mucho más, todo más, si de actos oficiales se trata. Para eso están los técnicos de protocolo. Ordenarlos de forma que comuniquen lo que se quiere representar es su oficio. Y lo hemos hecho a lo largo de los siglos con los materiales y medios que existían o estaban a su disposición en cada momento. No es lo mismo mostrar al pueblo llano el bautizo de un infante en el siglo XVIII que llenar páginas del HOLA con la jura de la Constitución de doña Leonor, pero el fin es el mismo. Que todos lo vean, se enteren, participen del acto.

Los medios y materiales de hoy no son comparables con los de hace ni 50 años. Por tanto, los actos ahora -¡a saber qué pasará dentro de otros 50 años!- se diseñan partiendo de la premisa que comentamos ya en la primera frase de esta entrada: si no sale en los medios, no existe. Y, medios hoy no son solo prensa escrita. Son, especialmente televisiones y redes sociales.

Eso significa que hay que partir de la base de que, posiblemente, sea sólo una foto en prensa escrita -texto aparte-; unos segundos en televisión y, si hay miga, mucho movimiento en redes sociales. Por una mala imagen, una foto tonta, un gesto apenas percibido, un mínimo cambio, un error…. ¡se puede montar una “juerga”! Que, y es lo peor, desvirtúe el objetivo del acto.

Independientemente del trabajo de organización que haya detrás, de las avanzadas para medir milímetro a milímetro el acto, de los muchos bocetos y negociaciones o de las horas que hay detrás de un acto cualquiera, los organizadores, productores, periodistas y técnicos de protocolo, es bastante probable que pueda no ver valorado el esfuerzo hecho porque la repercusión no sea, después, ni lo que se busca, ni lo que desea con ese trabajo previo. Si tenemos en cuenta que cada uno de los implicados en la organización va a estar pendiente de su ámbito, y de que en él no haya fallos, habrá que tener en cuenta que cada uno medirá el éxito de su trabajo en lo que la repercusión del acto haga hincapié: en ese detalle que ha movido imágenes por redes, en ese comentario, chascarrillo o broma que da al traste con el acto o cuya fuerza es mayor que la totalidad del acto por muy bien que haya salido en su conjunto.

Con la complejidad de los actos de hoy, en su organización participan muchos profesionales. Un técnico de protocolo es sólo uno más. En la cadena de especialistas que mueven cada uno de los palos de un trabajo tan complejo, el nuestro es uno más y en aras a esa repercusión, a veces, incluso ni se aprecia. Es más, si lo hemos hecho bien, ni se menciona pero tiene una repercusión enorme en los medios el día que cometemos un fallo: ¡salimos hasta en la hoja parroquial!

Para ilustrar nuestra opinión -que basamos en la experiencia- vamos a utilizar dos actos recientes: De suficiente importancia y con actores muy relevantes: una visita de Estado de los Reyes y una firma de acuerdos con el presidente del Gobierno.

Nos vamos a los Países Bajos. Los Reyes visitan oficialmente el país -ya hemos visto que las visitas de Estado son de jefe de Estado a jefe de Estado- como corresponde tras la llegada al trono del Rey Guillermo Alejandro. Lo primero es recibirle con los honores que le corresponden. A tal efecto, se montaron tarima y toldillo para que desde allí los cuatro reyes siguiesen el acto. Hacía sol y se agradecía la lona….. ¿la agradecían todos? No. La reina Leticia, por la posición que ocupaba en la tarima, quedó prácticamente fuera de la sombra que daba el toldo. Prácticamente. Y eso es lo malo: la línea de sombra le cubría sólo medio rostro lo que le obligaba a guiñar los ojos y a no poderlos abrir bien. Estába, claramente incómoda.

Se aprecia en las fotos y se aprecia en estos primeros 8 segundos del vídeo con el que la televisión española informa del viaje. (En este enlace está el video completo).


¿Es un fallo? ¿Es muy importante? ¿Se han enterado todos y es noticia de prensa? No: pero para nosotros es detalle que “pica”. Seguramente no se ha fijado nadie y en el conjunto del viaje, que salió muy bien, no tiene trascendencia alguna. Aunque creamos que a la reina le hizo poca gracia y a pesar de que las avanzadas se hacen respetando incluso el horario previsto para los actos precisamente para evitar brillos y sombras.

Para nosotros es tema de análisis. Y, de hecho, hemos escudriñado medios y televisiones, redes sociales y demás plataformas por si alguno comentaba este detalle. Repercusión cero. Queda para nosotros.
Para los responsables de comunicación, el viaje ha tenido sus minutos de telediario, sus páginas en los medios y el movimiento en redes sociales. Y salvo que una de las imágenes más vistas sea la de doña Letizia sentada durante el besamanos, objetivo conseguido.

El segundo caso es la firma del acuerdo entre la empresa española Ebro y la china Chevy para la fabricación de coches en las antiguas instalaciones de la Nissan en la zona franca de Barcelona. Ni que decir tiene lo que conlleva la organización de un acto de este calado si, además se le añaden connotaciones políticas. Semanas de trabajo, de diseño de espacios, de diseño de escenario, de producción -audiovisual incluida-, de viajes, avanzadas, convocatorias de prensa, negociado de primeras filas y fotos de familia…. Nada se deja al azar: se pueba todo. Minutaje de intervenciones, posición de lo oradores, altura del atril, sonido, puntos de foto, altura de cámaras…

Si tenemos en cuenta que asistían el presidente del Gobierno, el presidente de la Generalita, el Consejero de Empresa y Trabajo de la Generalidad de Cataluña y otras altas autoridades tanto nacionales como autonómicas para los de protocolo hay un trabajo de orden que hacer: línea de saludo, foto de familia, foto de firma, primera fila …. hay que negociar mucho y pelear uno a uno los sitios que van a ocupar los invitados en el espacio preparado.

En los ensayos, técnicos de protocolo y periodistas, cámaras y gráficos negocian hasta dar con la solución que ofrezca la mejor solución para conseguir esa imagen que va a ser la que difundan los medios de comunicación. Esa repercusión que buscamos. Esa imagen perfecta.

Y aquí, los de protocolo es habitual que queden por detrás: sobre imagen cada vez tenemos menos que decir. Eso es territorio exclusivo de los de comunicación. Para el protocolero queda el trabajo de que los testigos ante los que se firma estén ordenados como corresponde. A los de comunicación les interesa más cerrar el foco y que la foto de la repercusión salga bien.

¡Y salió bien, porque es la que está en todas partes! El acto haya merecido además mucho texto e incluso viñeta…

En fin, que por la repercusión de los actos… ¡todo! El resto …. Hay que dar con una única imagen para contar lo máximo posible según criterios periodísticos o de comunicación. Y aunque nuestro papel como protocoleros nos parece cada vez más reducido y poco valorado, lo pelearemos siempre y si tenemos que aportar una sombra en un rostro como análisis de nuestro trabajo, lo haremos. Nuestra profesión lo merece.

Fotos: Recibimiento en Holanda, Reina de pie; firma Chey (EFE/Quique García) y propia. La viñeta es de Peridis, de El País del sábado 20 de abril de 2024.