¡Me encanta tu regalo!

¡Me encanta tu regalo!

No hay Navidades sin regalos: o Papá Noel los deja bajo el árbol en Nochebuena o los Reyes Magos –tras beberse el café y tomarse el roscón- los colocan junto a los zapatos el día 5 de enero por la noche. Y aunque regalos haya a lo largo del año, pues cumpleaños, aniversarios o otros motivos siempre hay, lo del regalo es muy navideño y de ahí acabamos de volver. ¿Os han hecho muchos regalos? ¿Os han gustado todos??

Acertar con un regalo exige conocer muy bien a la persona a la que se le va a entregar. De hecho, si buscamos en los libros de protocolo, educación social o similares, veremos que casi siempre, el capítulo dedicado a los regalos se llama “el arte de regalar“. No será pues tan sencillo cuando ha alcanzado la categoría de arte…. ¿Será por eso que otros autores recomiendan “regalar, pero de corazón”?

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Se presupone que con la familia -y estas fiestas son muy familiares- no nos vamos a equivocar y que, en todo caso, podemos no estar muy finos con los menos conocidos, pero la realidad es que dar en el clavo es muy difícil. Y no nos referimos a lo obvio: equivocarse en la talla es bastante habitual y en teoría no tiene mayor problema ir a cambiar la prenda por otra mayor o menor que para eso están los ticket-regalo. Pero, ¿y si la persona se da por aludida y piensa que le estás llamando gordo?

¿Qué hacemos con los regalos que no nos gustan? Independientemente de si la ley permite devoluciones, si nos tienen que devolver el dinero o darnos un bono, de si en rebajas las cosas son distintas o de si se compró o no por internet, que ese no es nuestro ámbito de trabajo. ¿Qué dice “el protocolo” al respecto?

Todo manual consultado dice como primera providencia, que si no te gusta ¡¡no pongas mala cara!! Camilo López en “El libro del saber estar” nos recomienda que “aunque el regalo nos decepcione, no debemos exteriorizar el menor gesto de desilusión, ni responder con expresiones del tipo “pero si esto ya lo tengo”, o “jamás lo utilizo”. G. Oheim, por su parte, advierte en “Tu vida Social”, que “los regalos no se rechazan nunca” y como ejemplo a las pocas salvedades que indica, nos ilumina con la siguiente perla: salvo que “sean regalos inadecuados de un caballero a una dama”, lo que nos lleva a la conclusión de que mejor no regalamos braguitas con encaje… ¡mejor unas normalitas de algodón blanco que parecen la mar de inocentes! Porque, además, si nos ponemos muy estrictos, estropeamos el habitual regalo de nuestros abuelos… ¡y nuestro abuelo es un caballero! Equivocarnos se debe a que no tenemos claro que no todos los regalos son iguales. Lillian Eichler nos enseña en su “Nuevo libro de etiqueta”, que “hay dos clases distintas de regalos: los que son un deber y los que son un placer”…¡no saberlo es lo que hace que metamos la pata! Si nos hubiesen explicado este pequeño detalle antes, no tendríamos ningún problema a la hora de buscar el regalo perfecto para un cuñado: deber y placer todo junto!

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Total, que entre que es un arte al que mejor le ponemos corazón para acertar por placer, y que no todos sabíamos tanto, al final tenemos en las manos algunas maravillas ante cuya visión es imposible poner ni buena cara, ni alegría: un pijama calentito con patucos incluidos, una cajita hecha a mano por una ferviente seguidora de las clase de manualidades, la colcha de ganchillo rosa para la cama de la princesita, una figurita alegórica del amor, un cuadro de 3 x 2 al óleo que representa alazanes y unicornios o el acueducto de Segovia bordado a punto de cruz. Claro, que es cuestión de gustos, pero por lo general todos tenemos “monstruos” en la cabeza y sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de regalos de horror…¡pueden ser un par de relojes de oro macizo! Cualquier dice eso de “me encanta” sin que se note el horror que nos embarga… Ni cruzando los dedos para aliviar la mentirijilla…

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Ninguno de los manuales consultados, ni los más “vintage”, ni los de reciente elección dice qué hacer con los regalos que no nos gustan. Salvo que lo regalado no se debería volver a regalar … ¡esos son regalos bumerang! Los tiras y te vuelven a las manos. Así pues, ¿recomendaciones?

La primera, aguantarse. Guardarlos y con el tiempo a lo mejor acabamos por encontrarles el punto. ¡No será la primera vez que descubramos que no era tan feo aquel pañuelo o que esos bolsos se vuelven a llevar!

La segunda: ofrecerlos. Gratis. Nuestros gustos no tienen qué coincidir con los de otras personas. Evidentemente, en otro círculo tanto familiar como de amistades. Y, por supuesto, avisando. ¡Hay que ser valientes! Es una solución que requiere cierta pericia pero que da buenos resultados con un poco de habilidad. Y cariño: mucho cariño. A quien se lleve la “alegoría del amor” hay que alabarle las ganas.

Y la tercera: se pueden reconvertir en moneda pasándose por cash converter, wallapop o el clásico “segunda mano”, ahora vibbo. Con el mismo cuidado que en el caso anterior. No vale bajar al cash converter de al lado del portal de un familiar  a preguntar si se quedan con los relojes de oro. ¡Cualquier día de estos baja y los pilla en el escaparate!

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(Libros consultados: Camilo López : “El libro del saber estar”; Círculo de Lectores, 1993; G. Oheim: “Tu vida social”, Ediciones Daimao, 1972; Lillian Eichler: “Nuevo Libro de etiqueta”, Ediciones HYMSA SA, 1958.)

(Fotos: http://difundir.org/; http://stardollrevolution014.blogspot.com.es/; http://somosmexicanos.net/; http://www.elconfidencial.com/)