¡Chaval, estáte quieto y no toques!

¡Chaval, estáte quieto y no toques!

Cuando un chaval se acerca peligrosamente a un objeto delicado, al fuego de la chimenea, a las bisagras de una puerta, a un pastel de frambuesa … o en general a cualquier cosa que nos parece que no debe tocar por si la rompe o la estropea, se hace daño o es peligroso, suele salir espontáneamente un «¡niño, no toques!» del alma de su progenitor o persona al cargo. Sin más. Puede no ser una forma muy educada de avisar, pero es efectiva y, habitualmente, reaccionan quitando la mano.

Siempre hay excepciones, claro, pero de la educación de los niños no va hoy la entrada. Hoy va de «mayores«. Es más, de adultos con cargo. La idea no es nuestra. Se la debemos, lo mismo que la foto, a GMS Protocolo & Eventos que la ha colgado en su Facebook:

niño

con este pie de foto: Las autoridades en las visitas: ¿y cómo le dices «eso no se toca»?

Efectivamente: ¿qué podemos hacer si nos pasa algo similar? Es inevitable que a las personas se nos vaya la mano cuando vemos alguna cosa que nos llama la atención. Es parte del proceso de una compra y una forma de comprobar si se ajusta a nuestras expectativas. Pero, además, una manera de mostrar interés. Al respecto, recordar, que en China o en Japón, cuando te tienden una tarjeta de visita, lo educado es mirarla con mucha atención, darle un par de vueltas. Y ,asentir con la cabeza, leerla y releerla -se entiendan o no los caracteres gráficos- para convencer al interlocutor de nuestro interés.

Por eso, hay asesores que les explican a sus señoritos que «no es malo tocar«. Al revés: parece que se demuestra «empatía con el objeto» en cuestión. ¿Qué podemos hacer? Nosotros recomendaríamos siempre una visita previa al lugar para ver el recorrido previsto. Abriendo bien los ojos. Lo que significa, fijándonos también en estos detalles. Y preguntando de todo por si las moscas. Y luego comentarlo con el visitante. ¿Que lleva tiempo? ¿Que eso es exagerado?

Tiempo, desde luego. Y profesionalidad. Y personal formado. Si. Y eso se traduce en un coste económico. Pero y si, por ejemplo, esa cocina es de gas y al caballero le da por abrir la llave… ¡Menos de un respingo no pega! Y ¿cuánto nos costaría la foto de su cara de susto surcando veloces las redes? La culpa seguro que alguien se la llevaba…

 

¡Buen fin de semana a todos!

 

(Foto: http://www.castillalamancha.es/)