Ceremonias en la Academia (II): el Pleno
El Pleno de los jueves
Decíamos en la primera parte de las ceremonias de la Academia, que había que ser académico para tomar asiento en el Pleno. Sin ser una ceremonia, como la de ingreso que comentábamos en dicha entrada, participar en una reunión en esta mesa, tiene tanto de costumbre, tradición, simbolismo o rito, que, francamente, nos parece una más.
Como en muchas otras instituciones, el Pleno es el máximo órganos de representación. Según el reglamento en vigor, su misión es la de tratar «las tareas lingüísticas y literarias reguladas en los Estatutos» y plantear «las deliberaciones concernientes a su gobierno y administración». Lo forman todos los académicos de número presididos por su presidente. Las sesiones en Pleno se celebran todod los jueves por la tarde.
El Salón de Plenos, situado a la izquierda del hall de entrada, tiene una pequeña antesala que sirve de ropero para de dejar abrigos, sombreros, paraguas y bastones. Si, porque los percheros son piezas exclusivas fabricadas en un tiempo en el que estas piezas eran habituales. Y están ordenados: por la fecha de ingreso del académico. La última percha es la de la última académica en haber ingresado: Paz Battaner. Cada vez que hay un cambio -por fallecimiento del académico habitualmente- se retira el cartel nominal de la percha y se recolocan los restantes. ¡Protocolo!
La sala, tan fotografiada como conocida, no tiene sitios fijos: los académicos se sientan donde quieren, aunque, ya por costumbre, lo hacen siempre en el mismo lugar. Que, contra lo que cabe suponer, no se corresponde con el de la sillón que ocupan: no por ser las silla marcada con la j minúscula en el respaldo, el académico que se sienta en ella es Álvaro Pombo.
Pero si hay sitios fijos: los del Presidente, el Secretario (a su derecha) y el Censor (a su izquierda). En ausencia del director, presidirá el subdirector. Y si faltan ambos “ambos, presidirá el más antiguo de los académicos de número presentes, con excepción del Secretario, del Censor, del Bibliotecario, del Tesorero y de los vocales adjuntos”. ¡Protocolo!
El Presidente es quien abre la sesión e, inmediatamente después, y por tradición, se lee la siguiente antífona y oración (Reglamento 27.2) para rogar inspiración al Espíritu Santo:
Veni, Sancte Spiritus, reple tuorum corda fidelium et tui amoris in eis ignem accende.
Emitte Spiritum tuum et creabuntur.
Et renovabis faciem terrae.
Oremus Actiones nostras quaesumus,
Domine, aspirando praeveni et adjuvando prosequere,
ut cuncta nostra oratio et operatio a Te semper incipiat
et, per Te coepta, finiatur.
Per Christum Dominum nostrum.
Amen.
Después, el Orden del Día manda: aprobación de las actas de la sesión anterior, asuntos generales y de régimen interno y, terminado este trámite, el turno de «papeletas». La enmiendas y sugerencias de nuevas entradas para el Diccionario se presentan en este humilde “soporte”. Los académicos las examinan y si hay que tomar alguna decisión, y en el caso de disparidad de criterio, se vota.
La mesa, ovalada y muy grande, está equipada con todo el material necesario para poder trabajar y consultar dudas si surgen.
Entre Pleno y Pleno, durante la semana, los académicos trabaja en las diferentes comisiones donde se estudian las enmiendas y sugerencias que se llevan a Pleno, y también participan en diferentes proyectos que la Academia siempre tiene en marcha. Estas son las comisiones que funcionan a día de hoy (están enlazadas todas con su correspondiente página en la web de la RAE):
Todo lo que empieza acaba: también el Pleno de los jueves. Después de levantar la sesión, y, de nuevo por tradición, se termina la reunión con la siguiente oración:
Benedicamus Patrem et Filium cum Sancto Spiritu.
Laudemus et superexaltemus eum in saecula.
Oración Agimus tibi gratias, omnipotens Deus, pro universis beneficiis tuis,
qui vivis et regnas in saecula saeculorum.
¿Es o no toda una ceremonia? ¡Claro que lo es!
Si os interesa leer el reglamento: este es el pdf, descargado directamente de la web de la RAE.
