Protocolo y buen gobierno

Protocolo y buen gobierno

Nos habréis oído defender muchas veces que el protocolo es comunicación. Desde su origen. El diseño de las ceremonias buscaba resaltar el poder: eran la forma de escenificarlo. Frente a una población analfabeta y desinformada, los rituales, la solemnidad o la magnificiencia tenían que servir para mostrar que reyes y emperadores estaban por encima del pueblo. Su unión a la iglesia, además, los acercaba a Dios. Religión y política siempre han ido de la mano. Y siempre, además, apoyándose en lo que hoy llamamos técnicas de protocolo. Los maestros de ceremonias las creaban de forma que el pueblo se convenciera de la majestuosidad y poder de sus gobernantes. Para que sintieran respeto, miedo o fervor. En definitiva, para que aceptaran que aquella era la situación en la que se vivía y cual era su papel en todo aquel tinglado.

Las cosas no han cambiado tanto. Los protocoleros ordenamos espacios para mostrar jerarquía. Utilizamos símbolos para mostrar territorio, familia, pueblos o linajes. Solicitamos etiqueta para mostrar solemnidad. Nada es casual. Porque del correcto uso de todos estos elementos -y algunos más- depende que el mensaje que se quiere transmitir lo entienda el público al que va dirigido. Hoy y hace un montón de siglos. La función básica de un técnico es pintar un cuadro para que el público al mirarlo, comprenda lo que representa, se emocione con lo que transmite y lo sienta para “llevárselo puesto”. Por eso decimos, para resumir, que el protocolo es comunicación. Sobre todo en una sociedad de imágenes como es la nuestra, donde lo que no se ve en la tele, no existe.

Técnicas de protocolo

Si el protocolo proporciona aun esas herramientas que hacen del bochinche o del caos, un conjunto armónico, capaz de transmitir o comunicar, es obvio, que al igual que en su origen las monarquías fueran los usuarios por excelencia de las técnicas del protocolo, hoy sean los políticos quienes se apoyen en estas viejas herramientas para organizar sus apariciones, sus actos, sus puestas en escena. Hay miles de ejemplos. Nosotros nos vamos a fijar hoy en uno. Por ser reciente.

El domingo se celebró en Madrid la clausura de la Escuela de Buen Gobierno del PSOE. En el acto, además se entregaron los Premios Manuel Marín a Manuela de Madre, Demetrio Madrid y Enrique Barón, además de una copia del galardón a la mujer y las hijas del propio Marín. La puesta en escena de ese acto de clausura puede servirnos para comprobar que, aunque a veces se dice que el protocolo no sirve para nada, sus técnicas las utilizan todos, lo reconozcan o no. Lo sepan o no.

El escenario del acto, una tarima relativamente pequeña y forrada de moqueta roja, estaba rodeado de filas de asientos. De asientos asignados. Es decir, protocolizados. Las filas de asientos, a su vez tienen un orden. ¡Todos sabemos que las primeras filas son siempre las mejores! Pues eso es protocolo. Los auditorios, teatros o espacios en los que hemos metido sillas son recintos que tendemos que ordenar muchas veces y aunque hay infinitas combinaciones, una es la que se ha utilizado en este caso. La que llamamos presidencia par integrada (marcada en el croquis por línea de puntos), aforo en fila única par:

  

Si bien esa primera fila está más que claro que es la “principal” del acto, hay otras tres primeras filas que también hay que tener en cuenta, porque rodean al escenario por todos los lados. La de detrás del orador y las dos a izquierda y derecha. Aplicando técnicas de protocolo, tras la primera fila frente al orador, las segundas en “importancia” serían las dos de su derecha; después, las dos de su izquierda y por último, las situadas detrás de él.

 

Sabiendo que el orden de las filas es el expuesto, el responsable de asignar asientos lo ha hecho de la siguiente manera:

-a la derecha del orador: miembros de la Ejecutiva y portavoces en los parlamentos autonómicos;
-a la izquierda del orador: miembros de la Ejecutiva y portavoces en los parlamentos autonómicos, además de asesores extranjeros y secretarios generales;
-detrás del orador se ubicó a la comisión ejecutiva federal del PSOE


Croquis de los asientos de las filas que rodean al escenario

La primera fila frente al orador se reservó para los premiados y los altos cargos del partido, que se repartieron, además, por la segunda fila frente al orador. En esta foto podéis comprobar si los nombres del croquis coinciden con las personas allí sentadas.
(Primera fila vista desde el escenario)

Criterios de protocolo

Cuando nos dicen que el protocolo es poco flexible, nos da la risa. Al hilo de este ejemplo, podríamos argumentar que este acto demuestra que según se aplique una u otra técnica, el resultado es distinto:
-podría haberse diseñado otro tipo de escenario: no sería tan integrador como éste
-podría haberse diseñado una colocación distinta de las filas de sillas: parecería un espacio más ordenado, pero también más vacío
-podría haberse ordenado a los premiados por un lado y a los asistentes por otro -en el escenario, en filas separadas, etc.-: transmitiría cierto academicismo, cierta frialdad y menos cercanía;
-podría haberse elegido otro criterio de asignación de asientos -caras conocidas o mediáticas por delante-: nos cargábamos la jerarquía del partido o de sus órganos…
-podríamos haber elegido otro escenario u otro horario para entregar los premios: lo habríamos convertido en un acto social

…¿alguno quiere seguir?

En conclusión: las técnicas de protocolo comunican. Transmiten. Y adecuadamente utilizadas son un valor añadido. Conviene tenerlo en cuenta.

 

(Fotos: Jaime I;  TW de PSOE) (Croquis de ordenación de un auditorio: Los básicos del Protocolo)