Si te pica, no te rasques

Es difícil, si. Mucho. Sobre todo en algunas ocasiones, pero si es una norma básica de educación para todos, lo es infinitamente más para un político cuyos gestos se escudriñan y analizan a todas horas y a los que es muy fácil pillar en un renuncio. Transmite una sensación de “andar por casa” incompatible con la imagen de seriedad que debe dar un político sentado en un escaño de un parlamento.

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