Este blog sostiene la teoría de que «hacemos protocolo todos los días, todos nosotros»: al fin y al cabo, protocolizar es ordenar: poner negro sobre blanco una serie de acciones a realizar en el orden adecuado para que se alcance el fin que se persigue con dichas acciones y se obtenga el mejor resultado posible.
¿Alguno se ha dado cuenta del lenguaje universal que «hablamos» en un concierto de música clásica? Un lenguaje, o un código, mediante el que mandamos y recibimos señales, que todos entienden. Si entendemos «dress code» para un evento, ¿hay un código no escrito para nuestra manera de proceder en un concierto? ¿Cuántos aspectos protocolarios somos capaces de reconocer en el tiempo que dura? A ver si estamos de acuerdo:
1. Etiqueta: músicos y director lucen un frac. Si no llega a ese grado de formalidad máxima -que raras veces es así- visten traje oscuro. Las mujeres, también visten de negro, habitualmente trajes largos -algunas, especialmente violoncellos y contrabajos, pantalones anchos- con telas de crepe, encaje o gasa. De gala.
Se aplaude mucho o poco en función de lo que ha gustado el concierto y cuando el director deja el escenario, si la pieza ha gustado mucho, se sigue aplaudiendo, pidiéndole así que regrese para seguir felicitándole mediante el aplauso, que arrecia cuando aparece de nuevo en escena.
Si el escenario tiene espacio detrás -tribuna- para público, los músicos se giran hacia ellos cuando notan que de ahí llegan más ovaciones: darán la espalda a la sala, pero la tribuna se volcará en ellos.
9 Y: si el público pretende un «bis» aplaudirá y aplaudirá hasta que ceda el maestro y acepte dar una propina… ¡o dos!
¿Lo pone en algún manual? No. Pero lo hacemos y nos entendemos todos dentro de la sala. (En otros conciertos, ¡otros códigos! Que lo uno, no quieta lo otro).
(Fotos: archivo propio)
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