Tiempo de graduaciones
Comentábamos en nuestro post de junio de 2022 que junio es tiempo de entrega de diplomas, destinos, medallas, banderas o becas. Dedicamos entonces nuestro post a la mecánica de las entregas de estos premios a los alumnos. ¡Son ceremonias que hay que controlar porque son numerosas y pueden resultar eternas!
Al inicio de la entrada le dedicamos también un par de palabra a las graduaciones….¡pocos se libran ya, incluidas las guarderías!, decíamos entonces. Pero nos centramos entonces en la forma o mecánica de la entrega. No hablamos nada de la celebración. De eso que en las invitaciones que mandan escuelas, facultades o universidades llaman «acto de graduación».
Para nosotros, en España, hasta hace bien poco, graduados sólo había uno: se llamaba Benjamin Braddock, lo encarnaba el actor Dustin Hoffman, y era un joven de 21 años que acababa de graduarse en una universidad de Estadon Unidos y que volvía a casa tras el esfuerzo para pasar unas vacaciones y meditar por donde seguir. El asunto se complicaba y, a ritmo de las canciones de Simon y Garfunquel ,aquello acaba a la carrera en un autobús con una novia, su velo de tul y su ramito de flores. Era 1967.
Nosotros celebrábamos «fiestas de fin de curso», «entregas de despachos», «actos de imposición de medallas académicos», si, pero todo mucho más sobrio que lo que al cabo de los años nos llegó a través de las series y de las películas. Un graduado aquí era, simplemente:
…una persona que había obtenido académico. ¡Bastante fiesta era ya terminar una licenciatura! Más que fiesta..¡era obligación! Por lo que, claramente, y como tantas otras costumbres, también la de estas celebraciones nos vino de los países anglosajones. En las primeras universidades europeas ya se celebraban desde el siglo XII. Si la universidad era el gremio de los maestros, los que estaban autorizados para enseñar, ser admitido como alumno en una de ellas ya se consideraba como un primer paso: estudiar y prepararse concedían la maestía tras superar los exámenes y permitía al alumno entrar en la institución y con esa licencia conseguida poder también él, enseñar en sus aulas.
Dado que de universidades hablamos, la ceremonia se restringía a títulos universitarios: licenciaturas, maestrías y doctorados. Las ceremonias eran solemnes, con la procesión de los profesores, catedráticos y miembros del claustro entrando en la sala por sus órdenes respectivos y ocupaban sus asientos debidamente dispuestos. Había discursos o lecciones magistrales y todos ellos cumplían con la etiqueta que este tipo de acto solemne requería: la toga académica. Nosotros de hecho ya hemos dedicado varios post a las solemnidades universitarias: Vivat Academia; Vivat profesores; ¿Cubríos o descubríos? Incluso nos hemos preguntado si la clausura de un máster es un acto académico...
Pero, como todo lo que puede celebrarse, la fiesta se ha impuesto y hemos adoptado la forma y el desarrollo de otros países. Si bien es cierto que togas y birretes de todos los colores habidos y por haber saltan estos días por los aires, también lo es, que algunas universidades imponen sus becas con un poco menos de teatralidad.
Para teminar y darle un último retoque «protocolario»: ¿qué etiqueta requiere un acto formal de mañana? Entraremos en conflicto con alguien, seguro, pues por esperiencia y por haberlo explicado a los alumnos una y mil veces en diferentes curos y clase, sabemos que no hay forma de salir de este bucle: las sedas, brocado, lentejuelas, trajes largos, brillos, boas, espaldas al aire, palabras de honor…. ¡desterrados de estas celebraciones! Para los hombres, traje y corbata. Para las mujeres, traje corto.
Si luego quieren celebrarlo por la noche y se van de fiesta…¡alegría! Y lo que apetezca, pero una universidad ni es una boda, ni es una discoteca.
(Fotos: cartel de El Graduado; togas académicas Univesidad de Cambridge; Universidad Loyola; Castellón;