Todo un funeral de estado
Esta vez si: el de ayer fue, de verdad, un funeral de estado. En general, los medios califican de funeral de estado a todo funeral al que acude una autoridad, pero, lamentándolo mucho, la verdad es que no es así como ya explicamos en la entrada dedicada a las víctimas del tren en Santiago de Compostela el verano pasado:
(http://protocoloalavista.com/2013/07/28/funerales-oficiales-y-funerales-de-estado/)
Para nosotros, el mejor resumen que hemos leído en foros y blogs, y la mejor explicación del desarollo de la ceremonia en la catedral de la Almudena, es la que ha publicado Fernando Ares en su blog “My Fer Lady”. Como no lo podemos rebloguear tal cual -¡ayyy, la informática y sus procelosos caminos!- le hemos pedido permiso para “cortarlo y pegarlo” en esta entrada. ¡Muchas gracias Fernando! Es un honor para este blog.
A nosotros, del funeral de ayer, se nos queda una imagen que no es, para ser exactos una foto, y tampoco es, para ser justos, nada protocolaria.
Os dejamos con Fernando: él si aporta las explicaciones que un blog de protocolo como éste deberían publicar de un acto como el de ayer.
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Funeral de Estado por un Hombre de ídem.
Ayer, a punto de dar las 7 de la tarde, todo estaba ya listo en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, en Madrid, para que comenzara el funeral de Estado por S.E. Don Adolfo Suárez González. El templo, con casi todos los asistentes en su lugar: todavía estaban vacíos los sitios que ocuparían SS.MM. los Reyes, SS.AA.RR. los Príncipes, Don Adolfo Suárez Illana, Don Mariano Rajoy y su esposa y Su Excelencia Reverendísima el Cardenal Arzobispo de Madrid.
Interior de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, instantes previos a la llegada de Sus Majestades para presidir el funeral.
En la entrada a la Catedral, formando primera fila de recepción, estaban el Presidente del Gobierno, su esposa y Adolfo Suárez Illana, a la espera de la llegada de Sus Majestades y de los Príncipes de Asturias. S.A.R. la Duquesa de Lugo no pudo asistir, al coincidir esta ceremonia con el funeral por su suegra, la Condesa viuda de Ripalda, Sra. Dª Mª Concepción Sáenz de Tejada.
Los tres expresidentes y las autoridades eclesiásticas, a la espera.
Ya en el umbral del templo, en la denominada Puerta de Bailén, el deán de la Catedral y el arzobispo recibieron a los Reyes y los Príncipes, una vez que éstos saludaron con gran cariño al hijo de Suárez y al matrimonio Rajoy-Fernández. Ahí comenzó la procesión de entrada, por el pasillo de la nave lateral de la Catedral, encabezada por Monseñor Rouco Varela.
Primera línea de recepción, con Rajoy, su esposa y Adolfo Suárez Illana. Los Reyes y los Príncipes, tras ser guiados por el Cardenal, que sube al altar.
Una vez todos hubieron tomado asiento, a las 19:00 horas, empezaba la Eucaristía. En sitios destacados, y de mayor a menor precedencia en función de su cercanía al altar, estaban SS.MM y SS.AA.RR. Sobre los reclinatorios reales, sendos cojines púrpura bordados en oro, mientras que los reclinatorios principescos carecían de cojín alguno. Buen detalle para distinguir al Jefe de Estado (y su cónyuge) de quien es su sucesor (y su cónyuge) pero que no detenta a día de hoy, funciones constitucionales.
SM el Rey llevaba en la solapa la miniatura de Gran Cruz de la Orden del Toisón de Oro. Sus Majestades, observando con empatía al nieto de Suárez, Adolfo Suárez Flores
En la nave lateral, en primera fila estaban el actual Presidente del Gobierno y su esposa, y los tres expresidentes. Al otro lado del pasillo, en primera fila estaban los Presidentes de Congreso, Senado, Tribunal Constitucional y Tribunal Supremo. En segunda fila a uno y otro lado, los Ministros. En tercera fila, Presidentes autonómicos. En cuarta fila, el Jefe de la Oposición y la Alcaldesa de Madrid, entre otros. Se supone que, dado que se trataba del funeral por un expresidente, se dio a sus sucesores un trato preferente en la precedencia, puesto que su sitio natural habría sido después de los Ministros o de los Embajadores, tal y como dispone el art. 10 del R.D. 2099/1983.
La familia, en primera fila de la nave central. Vista general de la nave lateral, con las autoridades del Estado.
En la nave central, del lado del Evangelio estaba la familia Suárez y, del lado de la Epístola, autoridades internacionales y otras personalidades, así como amigos de la familia Suárez. De los más conocidos, Natalia Figueroa y su marido Rafael Martos (el cantante Raphael), y Eduard Punset, que fue Ministro en el Gobierno de Suárez.
Lectura del Evangelio, y procesión de retirada de los concelebrantes, una vez impartida la bendición por el Cardenal Rouco Varela.
De la liturgia, destaca la primera Lectura a cargo del nieto de Adolfo Suárez González e hijo de Adolfo Suárez Illana, Adolfo Suárez Flores, la fantástica ejecución de la salmista Mercedes Hurtado, la bendición con las Sagradas Escrituras tras la lectura del Evangelio, y la referencia a Santa Teresa de Ávila al comienzo de la homilía. Los cánticos litúrgicos fueron interpretados por el Coro de Radiotelevisión Española.
Sus Majestades y Sus Altezas Reales, abandonan el templo del mismo modo en que accedieron: a través de la Puerta de Bailén, y guiados por el Arzobispo de Madrid.
Una vez impartida la bendición, uno de los ministros pidió a la concurrencia que permanecieran todos “en sus sitios hasta que hayan salido del templo Sus Majestades y se lo indiquen los de protocolo” (sic). Los concelebrantes salieron por el pasillo de la nave central, y la familia Suárez saludó a los Reyes y los Príncipes de Asturias. Éstos, junto al Presidente del Gobierno, abandonaron el templo acompañados por el Arzobispo de Madrid, poniendo fin a la ceremonia en memoria de Don Adolfo Suárez.
Tribuna del coro y vista general del templo.
Considero que ha sido un funeral digno, bien desarrollado y acorde con los actos de homenaje que han tenido lugar los pasados días. Aunque esos cambios en las precedencias no me acaban de convencer, así como tampoco el que los hijos de Adolfo Suárez Illana hayan tenido más precedencia que sus tíos, hijos del difunto expresidente.
Como siempre, en el medio está la virtud.
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