Dos santos nuevos

Dos santos nuevos

El Papa canonizó el sábado a dos nuevos santos: San Juan XXIII y San Juan Pablo II. En una solemne ceremonia celebrada en la Plaza de San Pedro en el Vaticano se cumplieron los ritos en un orden pautado y medido y con una puesta en escena perfecta. Para explicar los diferentes hitos de la canonización, no se nos ocurre mejor idea que acudir a Fernando Ares que ha publicado hoy en su en su blog “My Fer Lady” un estupendo resumen de este acto. Es un experto en protocolo y ceremonial religioso al que acudimos con frecuencia y que, amablemente, nos ha permitido rebloguear en forma de “corta y pega” -pues no hay otra manera- su entrada al respecto. Esperemos que os parezca tan interesante como a nosotros.

Enhorabuena, Fernando, pues una vez más tu trabajo es excelente.


“Sanctos esse decernimus”

Dos nuevos santos han sido elevados a los altares desde las 10:30 de esta mañana. En vida fueron Santos Padres y recibían tratamiento de “Su Santidad”, pero no ha sido hasta hoy que pasaron a formar parte del Libro de los Santos de la Iglesia Católica. Y la ceremonia, presidida por el actual Sumo Pontífice (sucesor, pues, de los protagonistas), ha sido un compendio de solemnidad, tradición y rito ancestral que ya ha sido bautizado como “El día de los cuatro Papas”, aludiendo a los dos canonizados, al actual y al inmediato anterior, Benedicto XVI, que también estuvo presente.

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Los reposteros con la efigie de los Beatos, en igual precedencia que en el Decreto de Canonización,y los concelebrantes entrando en procesión al son de la Letanía de los Santos.

Se celebraban hoy en Roma y el mundo, dentro de la liturgia, dos festividades: el final de la Octava de Pascua y la fiesta de la Divina Misericordia. Precisamente esta última fue instituida por Juan Pablo II en el año 2002, a raíz de los diarios de Santa Faustina Kowalska (religiosa polaca canonizada por él mismo en el 2000). Esta coincidencia dotó de gran simbolismo a la canonización, e influyó en parte de la misma, como se verá.

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Su Santidad, a su llegada a la Plaza, y saludando a su predecesor

A las 9:00 empezaba precisamente en la Plaza de San Pedro, tras ser entonado el Himno al Beato Juan XXIII, el rezo de la Corona de la Divina Misericordia: un rezo formado por cinco tramos precedidos de una introducción. Los tramos impares iniciaron con la lectura de extractos de la homilía pronunciada por Juan Pablo II durante de la canonización de Santa Faustina. Los tramos pares comenzaron con la lectura de palabras pronunciadas por Juan XXIII en un mensaje radiofónico del Sábado Santo de 1959 y en una Audiencia General del mismo año. Al fin de este rezo, el Himno al Beato Juan Pablo II servía de aviso del comienzo del rito de canonización.

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El Cardenal Amato haciendo las tres peticiones de canonización al pie de la escalinata.

Con todos los invitados ya en sus puestos, la Letanía de los Santos dio comienzo a la procesión de eclesiásticos participantes de la ceremonia. Abría la comitiva la Cruz Guía, y la cerraba el Papa Francisco. Benedicto XVI había hecho su entrada junto a los asistentes civiles, y ocupaba ya su puesto, el de más precedencia entre los invitados.

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Tras la salutación inicial, sin más demora se produjo el rito de la canonización. Su Eminencia Reverendísima, el Cardenal Angelo Amato, S.D.B. (es decir, salesiano), Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, hizo tres peticiones al Santo Padre para que se dignase incluir a los dos beatos en el Libro de los Santos. Primero dijo que la Iglesia “pide apremiantemente” la canonización, luego la “reclama más apremiantemente” (y el Papa pide la inspiración divina con el canto Veni Creator Spiritus) y finalmente la “implora apremiantísimamente”, a lo que el Santo Padre responde con la fórmula de canonización:

En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos Santos a los Beatos Juan XXIII y Juan Pablo II y los inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos. En el nombre del Padre y del Hijo Y del Espíritu Santo. Amén.

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El Sumo Pontífice, leyendo la fórmula de Canonización

Acto seguido, al son del “Iubilate Deo”, las reliquias de los Santos (piel de Juan XXIII y sangre de Juan Pablo II) fueron presentadas al Sumo Pontífice para su veneración y llevadas junto al altar. El Cardenal agradeció la canonización al Papa y le pidió que se dignase decretar Cartas Apsotólicas sobre la misma, a lo que el Papa respondió “Decernimus” (“Las decretamos”).

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Las reliquias de los Santos recién canonizados, presentadas al Santo Padre y colocadas junto al altar. En segundo plano, un miembro de la Guardia Suiza.

Completado el rito de la Canonización, fue el turno del rito de la Palabra. La primera lectura leída en italiano (homenaje a San Juan XXII) y la segunda en polaco (homenaje a San Juan Pablo II). El Evangelio fue leído solemnemente por dos diáconos, primero en latín, y luego en griego. El diácono griego dijo antes de empezar a leer las Escrituras: “Σοφία: ορθοί, ακούσωμεν του αγίου Ευαγγελίου” (Sabiduría! escuchamos correctamente -es decir, en pie- el Santo Evangelio). Tras la lectura, llevaron el Evangelio al Papa, quien bendijo con él a la concurrencia.

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Los diáconos con los Evangelios se dirigen al ambón para su lectura. El Santo Padre bendice con las Escrituras.

Tras la homilía, breve y con muchas menciones a los ahora santos y al significado de la Divina Misericordia, llegó el momento de la Oración de los fieles. Primero en español se pidió la intercesión de María y José; en árabe, la de los Apóstoles y Evangelistas; en inglés, la de los Mártires y Confesores; en chino, la de San Juan XXIII; y en francés, la de San Juan Pablo II.

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Ofertorio y Prefacio. En el primero, lleva el solideo, en el segundo, ya no.

Una vez terminados los ritos de Prefacio y Comunión, durante los cuales, por cierto, los concelebrantes han de estar descubiertos (no pueden tener puesto el solideo), poco después de las 12:00 se rezó el “Regina Caeli”, que es la oración que en tiempo de Pascua sustituye al “Angelus”. Inmediatamente después el Papa impartió la bendición y pronunció la Dimissio de tiempo de Pascua (“Podéis ir en paz, aleluya, aleluya”, a lo que se responde “Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya”, que no se repetirá hasta el Sábado Santo del 2015). Finalizada la ceremonia, se despidió de Benedicto XVI y saludó a las delegaciones de los distintos países, que acudieron a presenciar estos rituales ancestrales y únicos.

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Rezo del “Regina Caeli”, y saludo a SS.MM. los Reyes. La Reina, con mantilla blanca en virtud del “privilege du blanc” y peineta por ser española.

Toda ceremonia bien planeada y estructurada es digna de ver. Si además, goza de tradición y raíces centenarias, el halo mágico e histórico que las rodea aumenta la solemnidad y la majestuosidad de la misma, a mi modo de ver. Quizás peque de excesivamente tradicional, pero me gusta este tipo de actos protocolarios, no tengo remedio.

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Del lado del Evangelio, de blanco, autoridades eclesiáticas. Del lado de la Epísitola, de negro, autoridades civiles.

Como siempre, en el medio está la virtud.
(Fotos de CTV)