Fiestas de toda la vida
¡Fiestas! Es, posiblemente, una de las palabras más apreciadas del diccionario. Además, claro, está de una actividad significativa en nuestras vidas. Ya sean religiosas o cívicas, nacionales, regionales o locales: ¡para las fiestas siempre hay voluntarios!
No son un asunto reciente: el hombre celebra las más variadas fiestas desde que existe sobre la tierra. Motivos no faltan: desde la celebración que ayuda a explicar su papel en la tierra, a establecer un vínculo con las divinidades, pasando por agradecer los frutos a la tierra, el sol o el agua. Son también el contrapunto a lo cotidiano. No festejamos todos los días. Y de esta manera ayudan a regular el tiempo: a crear periodos que encaucen el devenir de los días. Aun hay otros aspectos a tener en cuenta. El económico es uno: son fuente de trabajo y de ocupación. El social es otro: la fiesta popular acerca a las gentes, las iguala durante un rato.
¡Si ya lo decía Serrat en su canción “Fiesta”!
(…) En la noche de San Juan,
Cómo comparten su pan,
Su mujer y su galán,
Gentes de cien mil raleas.
Apurad
Que allí os espero si queréis venir
Pues cae la noche y ya se van
Nuestras miserias a dormir.
Vamos subiendo la cuesta
Que arriba mi calle
Se vistió de fiesta.
Hoy el noble y el villano,
El prohombre y el gusano
Bailan y se dan la mano
Sin importarles la facha.
Juntos los encuentra el sol
A la sombra de un farol
Empapados en alcohol
Magreando a una muchacha.…
Sabemos que los protocoleros contamos con costumbres y tradiciones -y las fiestas entran en este capítulo- como fuente de información que aporte y ayude a diseñar actos completos, cuajados, con sentido. De hecho, en el blog hemos dedicado varias entradas a todo tipo de celebraciones y fiestas populares. Pero hay tantas, que si queremos empaparnos en la materia, lo primero es leer sobre ellas. En nuestro post de hoy os vamos a recomendar un libro estupendo para ir entrando en faena: “Las fiestas en la Europa Medieval” del catedrático de historia Luis Ángel Ladero Quesada.
Las fiestas del calendario
La obra dedica un capítulo a las festividades eclesiásticas. Aunque acabaran teniendo un perfil religioso, en su origen tienen elementos pre-cristianos y populares. Eran muchas. Puede uno creer que si tanto festejaban, poco trabajaban, pero no deja de ser el mismo círculo de consumo que nos mueve hoy: trabajamos, producimos y gastamos. Sin consumo no hay vacación posible. Leemos en el libro que “en los últimos siglos medievales había en torno a un centenar de días festivos entre domingos y fiestas de guardar”…¡una tercera parte del año! Se intentaron regular y fijar en un calendario igual para todos -fiestas patronales aparte- y se hicieron dos grandes grupos: las de invierno y las de verano.
En el primer grupo están Navidad, Epifanía o Carnaval, entre otras. En el de primavera, Corpus Christi o San Juan, por ejemplo. Tanto a uno como a otro grupo, hay que sumarles todas las fiestas patronales, las apostólicas o los santos. Antes de la Navidad, el ciclo lo cerraba San Martín, el 11 de noviembre, en muchas comarcas, día de matanza –“a todo cerdo le llega su San Martín”, dice el refranero popular español- se trasegaba el vino y se preparaban para el invierno.
Las fiestas cívicas, familiares y patronales
El autor nos dice que las fiestas cívicas “combinan varios elementos: (…) la conmemoración y culto al patrono de la ciudad, por otra, el recuerdo de algún acontecimiento de singular importancia en su historia y, en ocasiones, coincidía en ellas la celebración de feria u otro acontecimiento económico especial”.
Si de este tipo había un buen montón, no era menor el de las celebraciones de corporaciones profesionales, cofradías, hermandades y otras asociaciones. Leemos el esquema habitual de una solemne celebración del patrón de una cofradía: “canto de vísperas (…) misa solemne, en ocasión con sermón y procesiones. Después todos los cofrades se reunían a comer, mandando las constituciones que la comida fuese lo mejor que se encontrase.” Y en este aspecto, ¡hasta el punto que si coincidía con día de abstinencia se podía trasladar de fecha!
Las fiestas familiares era las mismas que seguimos celebrando hoy: nacimiento, matrimonio, funeral. Y como hoy, dependiendo del poder y de la influencia de cada familia, la fiesta era más o menos ostentosa.
Fiestas extraordinarias
La gran variedad de acontecimientos derivados de la política o de la guerra requerían la organización de todo tipo de fiestas políticas, cortesanas y caballerescas. Este capítulo es un pozo de conocimientos para los protocoleros: entradas triunfales de reyes, llegadas de futuras reinas, coronaciones, nacimientos, bodas, bautizos o funerales de la realeza, las “alegrías” que es como en Castilla se conoce a las celebraciones por victorias militares … ¡de todo!
Los festejos caballerescos no eran cosa de las monarquías: ¡era patrimonio de las Órdenes de Caballería y de los nobles! Aunque tanto reyes como ciudadanos participaran y organizaran los suyos. Muchas órdenes eran de fundación regia: La Banda y La Escama en Castilla, La Jarra y El Grifo en Aragón, el Toisón de Oro en Borgoña, la Jarretera en Inglaterra o Pomme d´Or en Francia.
Más de las fiestas
Si una cosa es el tipo de fiesta, la otra su forma y contenido. También hay un capítulo dedicado a torneos y justas; juegos populares o cantores y juglares. ¡Y sin olvidar que el escenario de las celebraciones eran los templos e iglesias!
Es decir, una lectura entretenida y llena de datos que nos ayudan a entender la importancia de las celebraciones en la vida social de nuestros ancestros medievales, en la economía de sus países y en la política de sus monarquías. Y ya sabemos que todo lo que se escenifica lo hace para mostrar poder. ¡Igual, igual que seguimos haciendo hoy!
¡Os lo recomendamos! Es muy interesante.
( Matanza del cerdo; torneo; juglares; captura de pantalla: fiestas juegos y espectáculos: Románico digital en YouTube)