Compartir mesa y mantel

Sentarse a comer con amigos es un placer. Compartir ese momento acerca a las personas: los comensales se relajan con el ritual de los diferentes platos y cubiertos, comentan sabores y olores, relacionan el menú con sus recuerdos, enlazan historias…. Bajan la guardia y se establece una relación distinta entre unos y otros a la que habrían conseguido poniendo por medio una mesa de despacho.

Es, por tanto, una herramienta que ayuda a crear conexiones y complicidades que, para una empresa, un político o una pareja, les permite avanzar después por la senda de sus intenciones con menos tensión o más tranquilidad. Es un beneficio a no olvidar.

Ya hemos visto en otras entradas dedicadas a los banquetes, que hay diferentes tipos de mesas y diferentes maneras de ordenar en ellas a los comensales, que nos permiten “jugar” moviendo las “piezas” sobre su tablero, como si del ajedrez se tratara, en función de nuestras estrategias para alcanzar objetivos o cubrir necesidades.

http://protocoloalavista.com/2014/01/22/cartesiano-o-del-reloj/

A veces la mesa con la que vamos a trabajar no es la ideal, aunque deberíamos siempre poder escoger la más adecuada al caso, y tendremos que hacer filigranas para conseguir que fluyan bien las conversaciones y los comensales estén a gusto. Así pues, pudiendo elegir, yo, por ejemplo, nunca sentaría a comer a los líderes del G20 en una mesa como esta:

G20 en St Petersburg
¡Cómo te toque un colega aburrido a un lado la comida se te hace eterna! Y tratar de hablar con tu amiguete sentado enfrente….¡como que no!