El tocador de Isabel I
A principios del mes pasado nos llamó la atención un artículo publicado en El País, sección, cultura sobre el agua de murta y su uso como desodorante de la reina Isabel I. Nos hemos estado entreteniendo por redes y archivos partiendo de lo que en este artículo nos contaban para poder dedicarle, hoy miércoles, una entrada al asunto de la belleza, higiene o perfumería reales. Digamos, que no es un asunto estrictamente protocolario, pero sí que entra dentro de esa parte más social que conforma la disciplina tal y como la entendemos hoy. Por tanto, si a la etiqueta, las costumbres y los demás asuntos de urbanidad y buenas maneras les hemos dado cabida en el blog, a Isabel, sus afeites y untes, también le vamos a hacer un sitio. Al margen de que la historia es…¡fundamental y básica para todo amante de esta profesión!
La mala fama de Isabel
Está bastante extendido el asunto de la camisa que la reina dijo que no se cambiaría hasta tomar Granada. Pero por muy extendido que esté, cierto no es el comentario puesto en su boca:
«No me cambiaré de camisa hasta que reconquistemos Granada»
Todo lo contrario. De los testimonios de Alonso Flórez (hacia 1477). -«todo el su cuerpo y persona el más ayroso y bien dispuesto que muger humana tener pudo»; Hernando del Pulgar (h. 1482): “Era muger muy cerimoniosa en los vestidos e arreos, e en sus estrados e asientos, e en el servicio de su persona» o de Lalaing (1501): «No hablo de los vestidos del Rey y de la Reina, porque no llevan más que paños de lana»* , cabe concluir que, austera si, pero “gorrina” no. De hecho, leemos en la Revista Centinela que su confesor, “fray Hernando de Talavera, le reprochaba a menudo el excesivo cuidado que, según él, prestaba a su cuerpo y a su alimentación. El cronista Hernando del Pulgar afirma literalmente que “era mujer muy ceremoniosa en los vestidos y arreglos, y en sus estrados e asientos, e en el servicio de su persona”.
En el post sobre los partos de las reinas españolas -“Testigo…de parto“- publicado en julio de 2013, ya comentamos que era pudorosa: pidió que se le cubriera la cara con un paño para que esos famosos testigos que tenían que verificar que en el parto no había cambiazo alguno, no le vieran mueca alguna de dolor.
El tocador de la reina Isabel
Saber que la reina utilizaba desodorante nos llamó mucho la atención. Podría parecer que este producto de higiene es algo relativamente moderno. Así que investigamos que es eso del Agua de Murta. La murta, mirto o arrayán es un arbusto (Myrtus communis) nativo del sur de Europa y del norte de África. De hojas siempre verdes, brillantes y perfumadas, con flores blancas y fruto en forma de baya de color azul. Solo con frotarse las manos con sus hojas ya se aprecia el buen olor que desprende: en los jardines mediterráneos se ha cultivado como planta ornamental desde siempre. Ya lo hacían romanos y árabes… ¡nada como el Patio de los Arrayanes en la Alhambra de Granada!
Sus usos como producto de belleza son de lo más variado: no sólo se aplicaban las hojas mezcladas con cera en axilas e ingles como desodorante -ese que tanto nos ha llamado la atención- sino que, además, con ellas se daba buen olor a la ropa en los armarios, se mezclaban con agua para lavarse el cuerpo y con champú, como tónico capilar. Destiladas hojas. corteza y frutos se obtenía un aceite, Agua de los Ángeles que se utilizaba en perfumería. El jugo de las bayas azules servía para teñir el pelo. Eso al margen de su uso en la cocina como planta aromática o como sustituto del té, de su leña para encender el fuego o de su propiedad curtiente en marroquinería.
En el artículo se mencionan otros productos de belleza. La relación de estos perfumes y aceites es de Sancho de Paredes Golfín, camarero mayor de Isabel la Católica, regidor, contino. Y de quien podéis leer un pequeño apunte biográfico en este enlace.
En sus nueve libros de cuentas que se conservan en los archivos del Palacio de los Golfines , que gestiona la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, no sólo están todos perfectamente anotados; sino que además también contiene mucha información de otros gastos de esos que a un protocolero amante de la historia le gustan bastante: brocados, terciopelos, pieles; “joyas de oro y plata (coronas, collares, cadenas, brazaletes, sortijas…)”; tocados, manteles, toallas, y hasta zapatos y sombreros.
Por tanto, no nos hemos podido resistir a bucear en el archivo en busca de esos otros afeites y perfumes. Allí está la algalia. Como el almizcle, que también está en la lista, es un aceite de origen animal que se obtiene de de las glándulas perianales del gato de algalia. O, en su caso del ciervo, del mono o del buey almizclero entre otros. Para muchos más conocido como musk: es la palabra en inglés y seguro que la habéis visto en muchos frascos de perfume o de colonia.
Para la piel, Isabel utilizaba benjuí o menjuí. Su uso es ancestral: era uno de los ungüentos secretos de Cleopatra. Es la resina del árbol Styrax Benzoin original de Java, Sumatra y Borneo. Tiene el inconveniente de que solidifica en contacto con el aire por lo que en perfumería se utiliza en disolución alcohólica conocida como leche virginal. Se elaboraba mezclándolo con agua de rosas y tintura de benjui. Benjui y agua mezclados tornan el líquido en un blanco similar a la lecha, y de ahí el nombre. Desprende un ligero aroma a vainilla.
Con el benjuí se preparan mascarillas para la cara y cremas hidratantes : tiene efecto antiséptico y cicatrizante; calma el dolor y mejora la circulación sanguínea. En la lista de cremas, observamos que también está la crema de Rosa Mosqueta. Ahora ha vuelto con fuerza a nuestro consumo habitual aunque durante mucho tiempo quedó en el olvido de las cremas de nuestra abuelas. La planta es un arbusto de tallos flexibles con espinas y flores de color rosa. Su fruto es una baya de color rojo conocido popularmente como escaramujo. De las semillas de la planta se extrae un aceite rico en ácidos grasos esenciales que son fundamentales para la regeneración de los tejidos y del crecimiento celular. De ahí su capacidad cicatrizante. Isabel lo utilizaba para las estrías , las cicatrices y las manchas en la piel.
Entre sus perfumes, los había “de ámbar” y de azahar. ¡Con ambos se siguen haciendo hoy perfumes, colonias y cremas!
La lista es muy completa. Sancho de Paredes no dejó nada sin contar, nada sin apuntar, nada sin documentar. Cuesta entender la letra y hay que ir página a página para encontrar exactamente lo que uno quiere. Pero con paciencia, se consigue. Para que no tengáis que imaginaros el aspecto, reproducimos la pagina de los perfumes y cremas que publicó El País en el artículo que os hemos mencionado y que nos ha servido para inspirar el post de hoy:
Dada nuestra curiosidad por este tipo de detalles que hacen humanas a las grandes figuras, aun andamos liados entre los libros séptimo y octavo del buen Sancho de Paredes. Veremos que sacamos de allí. Do momento, saldremos del tocador de Isabel.
*cita del blog El asterisco, de Consuelo Sanz de Bremond
(Fotos: grabado botánico del mirto; Sancho de Paredes; gato de Algalia; árbol Styrax Bezoin; grabado botánico del Styrax Benzoin; grabado botánico de la Rosa Mosqueta).